El propósito final de todas las vacunas es enseñar a nuestro sistema inmunitario a reconocer un tipo de infección específico y combatirlo si volvemos a entrar en contacto con él. Todas ellas funcionan mostrando a nuestro sistema inmunitario una parte de la bacteria o virus que es única de ese organismo. Normalmente la exposición se logra a través de una inyección, como la vacuna antigripal. Una vez que esa parte única del organismo está en nuestro cuerpo, nuestro sistema inmunitario la reconoce como una amenaza y hace que los anticuerpos y otras defensas nos protejan si entráramos en contacto con ella de nuevo. Las vacunas contra la COVID-19 no son distintas. Las dos primeras que salieron son un poco especiales porque proporcionan instrucciones para que nuestras propias células fabriquen una proteína única que activará la respuesta inmunitaria. Y las que las siguieron, utilizan las mismas tecnologías, o similares, que otras vacunas ya conocidas. La clave de todas es que enseñan a nuestro sistema inmunitario a protegernos.
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